miércoles, 6 de octubre de 2010

Breve historia sobre la discriminación y la tacañería

Todos, o casi todos sabemos que discriminar está mal. Pero discriminar y ser tacaño, es aun peor. El otro día me contaron la historia de un hombre que prefirió poner en duda su nivel intelectual y cultural, antes que su orientación sexual. La cosa es así: Resulta que Carlos- vamos a llamarlo Carlos- luego de varias discusiones con su señora, y su yerno y su hija, resolvió comprarse ese Renault 12 con el capot rayado, antes que gastar unos pesos más en otro auto. El coche costaba casi un 25 % más barato, únicamente, porque en el capot tenía escrita la palabra “PUTO”.
- Papá, no lo vas a poder sacar, vas a gastar más en pintura que lo que te ahorrás con el descuento.
Le decía su hija, y también su esposa.
- Gordo, la nena tiene razón, hacele caso, te va a salir más caro el arreglo que cualquier cosa…
Carlos, terco, siempre tenía la misma respuesta.
- Ya van a ver, cuando compre ese frasquito del “Llame ya”, van a ver como se callan la boca.
- Papá, ese líquido no sirve para nada…
- Vas a ver que le paso ese líquido, y se borra el “PUTO” ese que le pusieron.
Efectivamente, Carlos compró el auto, y orgulloso, encargó el mágico líquido del “Llame ya”, que según la publicidad, borraría cualquier rayón malintencionado.

Hasta que no le trajeron en preciado líquido, Carlos se abstuvo de usar el auto. Y en caso de usarlo, lo usó cubriendo el “PUTO” con papel de diario y cinta adhesiva.
Cuando le trajeron el líquido, Carlos llamó a toda la familia (incluido el yerno), los llevó al garaje, y les mostró el milagroso frasco.
- Ahora van a ver, miren eh…
Leyó las instrucciones al dorso, las volvió a leer por las dudas, empapó una franela de ese líquido color bordó, y acarició con cuidado las suaves curvas de la palabra “PUTO”: Nada pasó. El rayón se tiñó de bordó unos segundos, pero luego volvió a marcarse.
- Bueno, debe ser que necesita más.
Dijo Carlos, y repitió su acción: Nuevamente, nada pasó.
Poniéndose nervioso, volvió a repetir la maniobra, pero otra vez, el resultado fue el mismo.
La hija, su mujer y su yerno se miraban y miraban a Carlos con tristeza, compadeciéndose de él.
- Por ahí… por ahí tenés que dejarlo un rato, o unas horas…
- ¡No! Acá dice que actúa al instante.
Respondió nervioso Carlos.
- Bueno, pero por ahí este vino fallado, llamá y pedí que te lo cambien.
- No, esos de “Llame ya” son unos chantas, no te lo cambian, no hay reembolso.
El silencio copó el garaje. Carlos miraba el capot, pensante, mientras que su hija, su mujer y su yerno lo miraban a él.
De pronto, caminó hasta un rincón de la habitación, tomó un destornillador de la caja de herramientas, y se acercó nuevamente al auto, y, como si nada, sin esbozar un solo gesto con la cara, enterró el destornillador en la pintura de la chapa y dibujó una B larga y le agregó una patita a la P de “PUTO”…
- ¿“Bruto”?
Leyó sorprendida su hija.
- Si, bruto. Prefiero ser un negro ignorante, antes que un puto culo roto.
Dijo Carlos, sin saber que discriminar está mal, muy mal, pésimo, pero que es aun peor, discriminar y ser tacaño.

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