Descubrimos el talento del Negro Dolina a finales de los 70, leyendo sus crónicas del Ángel Gris, en la mítica revista Humor. Lo escuchamos casi desde su primer programa radial nocturno, "Demasiado tarde para lágrimas", allá por 1985, crecimos con él, leímos sus libros, lo seguimos escuchando en todas las radios por las que pasó. Por eso, por sentirlo un amigo de toda la vida, no pensamos que esto que siga sea un reportaje. Tomémoslo como lo que fue; una charla informal, café mediante, un rato largo antes de empezar "La venganza será terrible", que desde este año va por Del Plata. Acá va un segmento de esa charla, hecha desde la admiración, en donde nos contó sobre su tarea de escritor, su relación con el humor, sus compañeros de radio, los reconocimientos que le hicieron, de su nuevo libro y de algunas cositas más...
Sobre el oficio de humorista le preguntamos:
¿El humor en vos apareció cuando comenzaste a trabajar en revistas como Satiricón, o Humor, o ya venía desde antes?
Venía desde antes. Ya en el colegio escribía cosas humorísticas. E incluso antes de trabajar en alguna de esas revistas, unos tipos que editaban unos libros que no los leía nadie, me pedía algún cuento que yo escribía y me parecía que eran graciosos. Pero, después de todo, para empezar conviene ser humorista.El humor puede disimular cierta ingenuidad intelectual. Uno puede ser perdonado más rápidamente
¿Pensás que
para hacer humor hay que tener cierta predisposición natural? ¿O se puede hacer
con solo aprender los mecanismos para llegar a un chiste, a un remate?
Hay que tener las dos cosas. Hay un mecanismo
que hay que conocer. Pero también hay tipos que no tienen gracia. El humor es
mucho más sencillo de lo que parece. Schopenahuer decía que el humor es poner
una cosa en el lugar equivocado. No es muy relevante el humor. Es un recurso.
Uno más. Por eso digo que, decir que uno es humorista, resulta muy estrecho. Un
tipo que está todo el tiempo haciendo chistes es un poco desagradable. En
cambio uno encuentra momentos de humor en los grandes artistas y los agradece
mucho.
Y sobre literatura le preguntamos esto:
Rodolfo Fogwil
decía que él tenía una voz, un ritmo en la cabeza, que le dictaba cosas y lo
obligaba a escribir, y que de algún modo, esa voz había sido aceptada por
cierta cantidad de público que gustaba de sus libros. Pero que podía suceder lo
contrario ¿Vos crees que es así?
Sí. Yo lo describiría exactamente así. Te
obliga. Escribir no es lindo. No proporciona placer. Tocar el piano sí. Porque
vos vas escuchando. Enseguida tus ocurrencias pueden halagar tus sentidos.
Claro, tiene sus momentos de dificultad pero se ven los progresos. Pero
escribir es una cosa que parece imposible de hacer. Un tipo empieza a escribir
una novela que calcula que va a tener unas quinientas páginas, y en la primera
semana escribió solo tres páginas, y enseguida dice; “esto es un trabajo que no
se puede hacer nunca”. Y además uno escribe en medio de un continuo
arrepentimiento de lo que ha escrito. Dice; “no, esto no está bien, voy a
hacerlo de nuevo”.
Y esto nos dijo de su nuevo libro, "Cartas marcadas":
Es una novela extensa que hasta ahora se
llama “Cartas marcadas”. Es una novela llena de entre dichos. Un poco
alucinada. Donde no es posible saber lo que es cierto y lo que no. Hay una
serie de situaciones que dificultan la percepción. Empezando por una niebla que
aparece en el barrio donde la acción transcurre. Y siguiendo por unos
conspiradores que en realidad conspiran contra la novela misma: arrancan
capítulos. Los falsifican. Hacen tachaduras. Ponen en tela de juicio todo lo
que está pasando.
Esto es solo un extracto de la entrevista. Se puede leer mucho más en la revista Zona Liberada.